Un video producido por la Secretaría de la Defensa Nacional y difundido por las redes sociales para explicar a la opinión pública el papel del Ejército en los hecho de Culiacán, revela dos grandes realidades de lo que sucede en la soledad de Lomas de Sotelo, el cuartel general del siempre glorioso Ejército Mexicano: uno, que se han quedado solos, sin interlocutores de la cuatroté que los defiendan; y dos, que el mando militar “está hasta la madre” de Alfonso Durazo.
Así lo expresan a gritos los altos mandos de la Sedena y de la Guardia Nacional que se atreven a revelar las constantes y desatinadas injerencias de Alfonso Durazo, secretario de Seguridad Pública y Protección Ciudadana en las labores administrativas, reglamentarias, protocolarias, presupuestales y hasta operativas de las Fuerzas Armadas pasando por la colocación de civiles en áreas castrenses.
Pero son los celos hacia el general secretario Luis Crescencio Sandoval, por el reconocimiento de López Obrador, “lo que justamente motivó el asunto del Culiacán”, aseguran así, sin abundar.
Los soldados mexicanos están indignados por hechos que desde los primeros días de Gobierno de la cuatroté los han dejado en ridículo: aquella explosión que mató a centenares de huachicoleros, donde los soldados fueron acusados de no haber hecho nada ni evitarlo; pasando por la Huacana, Michoacán, con la detención de soldados por parte de autodefensas; la pérdida de vidas de soldados en emboscadas en Guerrero, y un largo etcétera.
Los hechos recientes en Culiacán generan malestar al interior de las Fuerzas Armadas. Primero, por atribuirles la culpa de haber puesto en riesgo a la población por un operativo que no estuvo bajo su control; y dos, por haber recibido una amenaza en el alma, en el corazón: sus familias, sus hijos y la seguridad de sus instalaciones estratégicas y privativas. Cuando el crimen se introdujo a las Unidades habitacionales militares para amenazar con detonar pipas llenas de gasolina contra los suyos, la indignación y el enojo subió a niveles que amenazan a lo más alto de la institución.
El Secretario está molesto. No lo sé, pero su primer círculo sí y mucho.
Así lo revela ese video Cumplimos, producido por la Sedena para defender su honor, arrastrado en la tierra sinaloense.
Los soldados tuvieron que sacar el video solitos mediante Facebook, Instagram, Youtube sin apoyo de la comunicación de la cuatroté, del Presidente ni de los secretarios, con una sencilla producción casera y su locutor oficial para a decir que son valientes, que tienen honra, que cumplieron, que se enfrentaron apenas 350 de ellos con más de 800, que aun así causaron bajas de los criminales que cobardemente dejaron ahí los cuerpos de su gente; que sin embargo la bajeza y ruindad de esos los llevó a meterse con niños, mujeres y familias militares sin respetar la dignidad y los valores, etcétera, una narración tan triste, como la forma en que la dieron a conocer.
Salieron a decir así, lo que Alfonso Durazo no pudo, no quiso, o no le convino porque, como claramente se lo dijo en la cara una reportera de Culiacán, Sinaloa —en una conferencia de prensa que debería ser aleccionadora para la masa de periodistas que levantan la mano en Palacio Nacional—: “Usted, señor Durazo, nunca ha sido ni policía ni soldado, ni se ha enfrentado a los criminales”.
En esta administración, los soldados han sido utilizados en papeles que no están considerados en ninguna de las legislaciones, han representado roles que en muchos otros momentos rechazaron, que ni la Secretaría de Marina Armada de México, con un intenso protagonismo en otras administraciones, había aceptado hacer, por dignidad.
Sin embargo, en estos momentos aciagos, el Ejército no se ha quedado solo. Lo apoya la sociedad, pero su titular, sí se ha quedado desamparado.
En la cuatroté nadie para defenderlos, porque cada vez hay menos interlocutores y los que hay cada vez son menos acreditados: Olga Sánchez Cordero, secretaria de Gobernación, que según la Ley de la Administración Pública Federal debería encabezar el Gabinete de Seguridad, ya ni siquiera es invitada al mismo, no es enterada de esos operativos y lucha contra sus propios desatinos verbales.
Marcelo Ebrard, sin formar parte del Gabinete de Seguridad, ha sido sin embargo el que ha prometido y ofrecido abiertamente a los soldados, a la Guardia Nacional, a los marinos, a todo el gabinete para ponerlos a disposición de Estados Unidos en una política bilateral que no termina de aterrizar, que hace agua desde lo migratorio hasta lo comercial y que presionó para detener a Ovidio Guzmán.
Rafael Ojeda Durán, secretario de la Marina Armada de México, se ha convertido en la sombra de obediencia del general Cresencio Sandoval, papel que en ésta, por lo menos, le valió sacar limpia a su institución, que ni fue compartida en información ni fue convidada al operativo.
Y ante la orden presidencial de dejar que el propio Gabinete de Seguridad arregle el problema que generó, pues tampoco la oficina de Comunicación Social de la Presidencia ha sido autorizada para dar entrevistas, reunir al secretario con medios, elevar la imagen del Ejército o publicar un desplegado que ya estaba redactado para explicar a la sociedad lo que el Ejército hizo y limpiar su honor.
Es un hecho que el Presidente no abordará más el tema de Culiacán públicamente, que el desorden y caos provocado en materia de información, declaraciones confusas, dichos y desdichos, contradicciones y narrativas inverosímiles, lo ha dejado para resolverlo en manos de quien lo provocó, el encargado del Gabinete de Seguridad y que, como dicen los mandos militares, tratándose de Alfonso Durazo: “Faltan muchas fantasías qué escuchar”.