Por Pedro Canché
Cuando el Huuyub ka’an o el Chaak iik (huracán) acechan en nuestras puertas no duermo.
Desde 1975 cuando éramos evacuados de la costa. Militares y autoridades de Tulum venían por nosotros ya sea en Boca Paila, Pez Maya o Xamach.
Desde entonces se escapaba el sueño.
No hay temor. Solo sube la adrenalina por el incierto de la cita con el Chaak iik, esa cita que nos recordaba lo frágiles que somos los seres humanos.
Es que a veces se nos olvida que somos mortales. Se nos olvida que somos un suspiro en el gran firmamento azul. Entonces se pinta de rojo y naranja esa gran bóveda para recordárnoslo.
Y ahí viene Chaak iik. A llenar los arrecifes de cardúmenes de todo tipo de peces. A refrescar de ese sol intenso del Caribe.
El gran ventilador que trae lluvia a esa selva sedienta y grande que tenemos.
A llevar los cenotes, a rellenar el gran acuífero maya.
No duermo. Soy voluntario. Primero ayudando a evacuar gente cuando la fuerza bullía intenso en mi juventud. Ayudando a los más necesitados cuyas casas de cartón volaban y se perdían.
Ahora como periodista pendiente de cualquier cambio del Chaak iik ‘Zeta’. Actualizando el tema en el portal noticiaspedrocanche.com.
Al Chaak iik se sobrevive respetándole…
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