Por Pedro Canché
A Gabriela Rodríguez le dolían los pies. Aunque está contratada para trabajar 8 horas en el abarrotes “Guadalupe” don Pablo era abusivo y la hacía trabajar dos horas más para que desquite el “lonch”.
En la avenida Gonzalo Guerrero de Playa del Carmen con calle 20, en una cuartería, renta desde que llegó de Chiapas, junto con su hermano Luis. Ella de 27 años y Luis de 21 apoyan a su madre y 3 hermanos pequeños en el empobrecido Chancalá, cerca de Palenque, mandándole por el Oxxo los centavos que podían rescatar de las deudas a Coopel y Banco Azteca.
Pero el dinero no alcanza. La luz, agua, renta y despensas consumía su espíritu y el poco dinero que tenía. Antes como ayudante de limpieza en un pequeño hotel le iba un poco mejor, pero el COVID-19 llegó y adiós turismo, adiós trabajo. Entonces trabajar con don Pablo ayudó un poco porque al menos almorzaba con ellos aunque tenía que trabajar 2 horas más, claro, los domingos también, aunque los domingos la dejaban salir a las 2 de la tarde y Gabriela aprovechaba para irse a la playa a “oír” el mar, a dejar que sus sueños perdidos los regresara esas espumosas olas que lamían las blancas arenas.
Había trabajado desde que era niña. No le tenía miedo al trabajo. Desde darle de comer a los cochinos cortando las calabazas del huerto hasta limpiar casas en Palenque.
Tanto trabajar que no había probado las delicias del amor, a excepción de Pancho, su primer novio ahí en Chancalá, quien la engatusó y le hizo él amor ahí atrás donde guardan las mulas. Y solo fue eso, después Pancho no volvió a verla. Supo después que se casó y su esposa murió de un mal parto.
Así que en las playas de Playa del Carmen era otro mundo. Era besar el cielo, era recibir miles de besos de la brisa salada. Y con un Tecate light, dos, tres, 4…
Entonces apareció el méndigo de Santiago. Un veracruzano que conoció uno de tantos domingos que respiró con el corazón a Playa del Carmen. Santiago la hizo dejar la cerveza y cambiarlo por el tequila, por el brandy y por el ron con coca-cola.
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El chofer de la carroza fúnebre tomó café hirviendo en San Jerónimo Tulijá, Chiapas. Ahí un joven sentado en el asiento de copiloto por fin probó bocado, un taco de cochito y una coca-cola. Ya estaban cerca de Chancalá.
En Chancalá las nubes parecen ser fabricadas en las montañas o desde la selva negra. Hace frío. Mucho frío.
El pueblo espera a una de sus hijas que fue a conquistar el mundo.
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En el restaurante del hotel los cocos,en Chetumal, los comandantes Higinio Poot y Andrés Valencia comían unos huevos con tulip con el bolillo del lugar, un panecito hecho con mantequilla y huevo, que abría el apetito con ese aroma que le ganaba al café de olla.
Suena el teléfono y contesta, es Susana:
-¿Comandante Valencia? El fiscal quiere que vayas a Playa del Carmen. Hay un feminicidio, se trata de una joven, la encontraron hace unos minutos asesinada en un carrito de Chedraui. Te envié la ubicación en tu WhatsApp.Llévate a Lucio con su equipo.
-Canijo fiscal- dice colgando el teléfono, primero me manda a Chetumal ahora me regresa a Playa del Carmen.
-¿Y a qué te quedarías acá? Ya lo de Jeydi está solucionado papá, para que veas que en el sur ovan a puro buen policía, le dijo Higinio Poot.
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Don Miguel desde que cumplió los 67 años despierta a las 3 de la mañana y se la pasa tomando café y viendo televisión. Ya no concilia el sueño. Así que esa madrugada acecha por su ventana para saber de donde venían esos ruidos a fierro tallando el pavimento.
En la calle donde colinda el patio del bar Marimba siempre salen los meseros a tirar basura. En la 40 atrás del 2 bis, El Marimba, propiedad de Roberto Triay Zapata, tiene como depósito de basura tres carritos viejos de supermercado y los camiones recolectores pasan por la madrugada a recoger el desecho que son depositados en ellos.
Don Miguel observa que tres jóvenes empujan un carrito de Chedraui, una de las llantitas ya no sirve, no rueda, de ahí el extraño ruido.
-De seguro llevan a su compañero de parrandas, pensó.
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Andrés Valencia se detiene en el restaurante El Faisán y el Venado en Felipe Carrillo Puerto. Recoge unas facturas de su almuerzo del día anterior y recoge a Lucio. Lucio, un chico de X-Pichil terminó la carrera de licenciado en seguridad pública en la Universidad de Quintaba Roo y se capacitó a la par en crear unas apps para rastrear los teléfonos celulares. Con la llamada de Susana terminó abruptamente sus dos días de descanso en la Zona Maya.
En la calle 4 de las calles 35 y 40 el cuerpo es examinado por los peritos José Zuñiga y Carlos Bravo. Los asesinos fueron cuidadosos al poner primero una lona vieja y después el cuerpo, para envolverla sin que nadie sospeche que ahí hay un cadáver.
El cabello negro está pegada al rostro, unos hilos muy delgados de sangre de golpes en la cabeza le sirven de pegamento. Pero esa tranquilidad en su cara morena, del color café chiapaneco, hace pensar a Carlos en una mujer que duerme… que sueña. Ni la suciedad y moho de la lona que manchan su cuerpo extinguen ese orgullo chiapaneco en la piel.
A Luis el corazón le da un vuelco cuando lee en Facebook las Noticias Playa del Carmen que una mujer de unos 25 años apareció asesinada en un carrito de Chedraui:
“Playa del Carmen.- El cuerpo de una mujer víctima de feminicidio fue hallado esta mañana al interior de un carrito de supermercado, en calle 4 entre avenidas 35 y 40, en la colonia Centro de esta ciudad. Un transeúnte hizo este macabro hallazgo a las 8 de la mañana al ver un carrito de supermercado tapado por una lona. Al descubrirlo, vio que se trataba del cuerpo de una mujer de 25 años de edad…”.
Lucio introduce en su programa Informático ‘Kaxté’ el número con terminación 1264 con lada de Playa del Carmen. Luis ha reconocido a su hermana en el servicio Médico Forense. Proporciona el número de su difunta hermana al comandante Andrés Valencia, quien se lo da a Lucio para rastrear las últimas ubicaciones de Gabriela.
Luis llora, aprieta los dientes. Llora desconsolado. No hay quien lo consuele.
-Hijo-le dice Andrés Valencia- , te prometo que si nos ayudas un poco más encontraremos a los asesinos y haremos que paguen muy caro.
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Gabriela se ve en el espejo y se cambia la blusa roja. Se pone la blusa color azul con flores. Se acomoda el cierre del pantalón mezclilla, se acomoda en los pies cansados las sandalias color café que compró en la zapatería 3 Hermanos. Guarda un espejito en la bolsa negra y revisa su celular, un Samsung negro. Acomoda unas bolsitas con objetos del tamaño de un caramelo.
Santiago la llevó en el mundo del dinero fácil, entre el alcohol y la necesidad, este hampón la fue convenciendo poco a poco de entrar en esos pantanosos terrenos donde no le faltaría nada. Al fin y al cabo con esas ganancias podría poner una tiendita de abarrotes en Chancalá.
Al principio acompañaba a ciertos bares a Santiago, apartaban una mesa y pedían una botella, hielo y vasos. En la madrugada la llevaban a su casa. Total no hay empleo por el covid-19. Vio en ese artilugio un escape, una extra. Había alcohol toda la noche. Aunque no probó la ‘piedra’ se hizo adicta al agua de fuego.
El ahorro para la tienda no llegaba. La ropa, la licuadora, esa microonda, esa tele, el Netflix, el internet, la luz, el agua, la ropa, los engaños del abono chiquito de Coopel y banco Azteca la mantenían en un círculo vicioso. Olvidaba sus dramas en sus noches de alcohol.
¿Santiago? Santiago se fue a Cancún y ni se despidió de ella, aunque la dejó conectada con el distribuidor. Esa noche un cliente la llamó y le dijo que le llevara un ‘pedido’ en el bar Marimba. Una vez fue ahí y los narcomenudistas la corrieron, les estaba bajando los clientes y era difícil encontrar un territorio. Aunque El Marimba estaba en su territorio y fue de ella y Santiago un tiempo, un nuevo cartel reclamó el sitio como suyo.
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“Bienvenidos, Marimba Bar”. Un letrero con fondo negro y letras amarillas anunciaban al bar de mala muerte. La pared de la entrada estaba pintada de amarillo y los faldones de naranja.
Andrés Valencia y 4 de sus hombres entran a verificar el sitio. Lucio y su app Kaxtén localizan que entre las 12 de la noche a 4 de la mañana de ese jueves 10 de Diciembre el celular Samsung marca que su dueña estaba fija en la calle 2 bis entre 35 y 40, justo en el bar de mala muerte, el
Marimba.
Las cámaras del bar captan cuando 2 sujetos abordan a la dama de blusa floreada y la llevan en uno de los cuartos, donde generalmente rentan los clientes cuando una dama de compañía las ha convencido. La mujer no está a gusto. Jalonea, intenta safarse. No puede pararse. Ha bebido de más. Otra vez a ido a ese subterfugio. Serían como a eso de las 3 de la mañana. Los individuos le hacen señas y dan instrucciones a un tipo flaco, que parece un niño. Este se queda en la puerta del cuarto para echar “aguas”.
Don Miguel observa algo raro. Le explica a Andrés Valencia que vio cómo empujaban el carrito y le pareció raro.
Las cámaras de la secretaría de Seguridad Pública ubican que tres hombres dejan a 3 cuadras de la Marimba un carrito de Chedraui como a las 4:28 minutos de esa madrugada.
Lucio ha impreso las tomas de los tipos que se llevaron a Gabriela al cuarto de atrás y que después se fueron por el patio.
Los mesero lo reconocen como Alfredo, Saqueo y Manuel, “clientes asiduos” del lugar. Una vez Manuel el barman le dio un aventón ahí en Villamar 1.
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Juan graba cuando 4 hombres armados corren para alcanzar a 2 jóvenes que cruzan a toda velocidad la calle Zapote en la colonia Villamar 1. Son Andrés Valencia y tres de sus hombres que encontraron a Alfredo y Saqueo fumando marihuana en la esquina de Ceiba y Caoba. Pensó Juan que eran sicarios hasta que los vio poner las esposas y escuchar un grito de dolor de Saqueo al cerrarse de más. La rabia del comandante Valencia le hace tener oídos sordos. Los sube a la patrulla de los ministeriales y aporrea la puerta. Un aullido de dolor se escucha ahí adentro pero se apaga cuando se sella la puerta. Las esposas pellizcan bien las muñecas. Son dolorosas.
Alfredo es el más viejo de los asesinos. De 31 años de edad llegó de su natal Veracruz donde fue acusado de homicidio pero huyó y se refugió en Playa del Carmen. Saqueo tiene 18 años y es de Chiapas. Sus padres son bien chambeadores y hacen jardinería, el padre en Xcaret y la madre en el hotel Secrets. Es un mantenido y bueno para nada. ¿Manuel? Manuel apenas tiene 17 años y es amigo de Saqueo, fueron a la secundaría juntos y de ahí a la vagancia. Primera a vagabundear en la Quinta Avenida y en la Playa hasta ser micro empresarios de la droga.
-Nos estaban quitando el mercado, ya le habíamos advertido y no quiso obedecer. Fue Alfredo quien la aporreó en el piso y le lastimó la cabeza. Fue Alfredo quien la ahorcó. Fue Alfredo quien nos dijo la sacáramos por el patio para que nadie lo viera, dice Saqueo lloriqueando.
-¿Y Manuel que hizo? Preguntó fuerte Andrés…
-Manuel nos echaba aguas…
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En Chancalá las nubes parecen ser fabricadas en las montañas o desde la selva negra. Hace frío. Mucho frío. Llega la carroza negra y trae de copiloto a Luis. Se le ahoga la voz al ver a su madre.
-Ahí está mi hermanita…-dice- maldita pobreza, maldita droga.
Y llora amargamente…
Continuará…
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